El fuego, por su parte, nos ha dado mucho más de lo que la mayoría de gente se puede llegar a creer. Desde luego, el aprendizaje de su uso, ha sido otra de las revoluciones en la historia del hombre. Para hacerse una idea de lo que ha significado el fuego para el hombre; sólo hay que imaginarse un mundo sin fundición. Prácticamente todo lo que nos rodea ha sido fundido para adaptar la forma que ahora conocemos. Pero vayamos, para entenderlo más aun, a la prehistoria. Visitemos el hábitat del Homo Erectus. Imaginemos, porque sólo podemos imaginarlo, cómo un atrevido antepasado nuestro se acerca en plena noche fría, a los restos de un incendio provocado por un rayo. El miedo al fuego, propio de todos los seres vivos de la tierra, era natural en el Homo Erectus; pero aquella noche, el resplandeciente calor que desprendía aquella parte del bosque azotada por aquel temible fenómeno de la naturaleza atrajo a nuestro antepasado. Desde aquel día, él y su tribu, decidieron no dejarlo apagar. No sólo les proporcionaba calor, también iluminación. Esto les permitía poder vivir más cómodamente dentro de cuevas, al calor y la luz del nuevo amigo. El fuego, también alejaba a las bestias de la tribu, algo que daba algo más de tranquilidad al grupo. Imaginaos el drama de ese grupo, cuando descubren al levantarse una mañana, que su nuevo aliado se ha extinto. El drama inunda sus vidas y se hace necesaria la partida, en busca de esa confortante luz.
Pero el fuego también permitió la domesticación, si se me permite decirlo así, de los metales, a través de la fundición. Esto, como podemos imaginar, abre otro mundo en lo referente a descubrimientos y desarrollo de la tecnología, gracias al cuál, llegamos a donde estamos hoy.
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